A propósito de Henry

Yo a Henry le he visto nacer como quien dice, le he cambiado sus primeros pañales, me ha hecho compañía en las miserables noches londinenses y sobre todo con Henry he llegado a donde no todo el mundo alcanza: todos los resquicios y recovecos. Debajo de todas las mesas, sillas y bancos.

En efecto señores, Henry no es sino la aspiradora británica por excelencia. La aspiradora que toda casa posee. Esa aspiradora desarrollada por la marca Hoover (de ahí viene el verbo inglés) que se caracteriza por su aspecto pueril y su perenne y honesta sonrisa sobre una tez rojiza. Henry y yo hemos terminado siendo enormes amigos, y como indica el primer párrafo yo he estrenado a Henry (una aspiradora se ahogó de tanto aspirar), yo le he cambiado la primera bolsa de polvo de su interior, y ante todo, Henry me ha amenizado las medianoches en el Gilbert Scott con su constante soniquete.

Creanme, Henry se ha convertido en un gran amigo, en un confidente, la única persona que te da mas de lo que te pide dentro del restaurante. Y normal que sea así, lo nuestro tenía que funcionar a la fuerza, el roce hace el cariño. Tras una semana día si, día también, con Henry para arriba y para abajo, nuestras kilométricas barridas han quedado como bonito marco de una bonita amistad.

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